lunes, 30 de marzo de 2009

Los Cabos hace 17 Años

Para los que llevamos en este precioso lugar ya un tiempo, en mi caso personal ya son 17 años, hemos encontrado en él, más que un hogar. Yo les puedo contar, desde mi punto de vista muy personal, como Los Cabos me enamoró para siempre.

Todavía recuerdo el primer día que llegué a la Baja, tenía solo 13 años y venía llegando de Tegucigalpa, Honduras. Para mi joven edad había tenido la fortuna de haber recorrido ya varios países del mundo, a los cuales había tenido la fortuna de conocer profundamente ya que había vivido en ellos. Para ser exacto, 12 ciudades en 7 países diferentes. Vaya vida de nómada dirán algunos, pero eso es lo que pasa cuando eres hijo de hotelero. Les puedo decir que aquel día que me bajé del avión y empecé a recorrer la carretera transpeninsular, que en aquel entonces era de un solo carril, me quedé anonadado con la belleza de los alrededores. Nunca había visto un lugar cuyo contraste entre mar y tierra fuera tan impactante, donde un desierto verde, como el de la Baja, se arrodillaba tan gentilmente ante el azul profundo de las aguas que lo delimitan. Recuerdo los cielos despejados y azules, con algunas escasas nubes en las alturas, que al atardecer cambiaban de color ante el reflejo del poderoso sol, pintando el cielo con trazos como si fuera una aquarella pintada por un gran artista. Recuerdo la suave y fresca brisa que soplaba durante el día, haciendo del clima de por sí muy agradable, aún más placentero.

Tengo que admitir que mucho ruido me hizo el que nunca llovía, algo que me parecía extraño ya que provenía de lugares en donde la lluvia abundaba, pero en el desierto de la Baja, como rápido aprendí, la lluvia nos bendecía solo un par de días al año. Esto no era algo necesariamente negativo, sino al revés, era algo que contribuía con lo que llegué a llamar el destino con el clima perfecto.

También recuerdo, en mi primera temporada de ballenas, un majestuoso viaje que hicimos a Guerrero Negro, a conocer nuestras amigas, las ballenas. Desde pequeño siempre había sentido una gran cercanía a este enorme mamífero y el solo hecho de saber que las iba a ver de cerca llenó mi corazón de alegría. Ahora imagínense cual fue mi sorpresa, cuando estando sobre una lancha, en el medio de la Laguna Ojo de Liebre, pude no solo ver una ballena sino también acariciarla y no solo a una pero a dos, madre e hijo para ser exactos. Wow!!!! La madre empujo a su ballenato hacía un lado de la lancha y ahí se quedaron mientras las acariciábamos. Recuerdo como el ballenato se dio la media vuelta y nos miraba con su ojo mientras levantaba su aleta como si fuera un cachorro buscando afecto. Fue algo increíble y que les recomiendo que hagan por lo menos una vez en su vida.

En fin, podemos decir que la Baja, como la hemos venido a conocer, me marco de por vida y pienso arraigarme, tener mi familia y hacerme viejo gozando de esta maravilloso pedazo de tierra llamado Baja California Sur. Choyero, como le dicen a los sudcalifornianos, es lo que soy y represento y espero poder mostrarles algún día, a los que no son de aquí, todo aquello que cautivo mi corazón.

Gracias por leer la entrada de esta semana y espero sus comentarios. Que tengan una excelente semana y les dejo con esta frase célebre que dijo Amiel Henri Frederic: “ La armonía nada busca fuera de sí misma. Es lo que debe ser: expresa el bien, el orden, la ley y la verdad, es superior al tiempo y representa lo eterno”.